Maese Gato o El gato con botas (Le Mâitre Chat
ou Le chat botté)
¿De dónde salió el gato?
El personaje del gato
es algo insólito en los cuentos de Perrault quien, tanto en Caperucita, como en Cenicienta y en Pulgarcito,
suprimió la ayuda de los animales amigos que existen en las versiones orales.
Pero en este cuento, el gato no sólo ayuda a su amo sino que da el título al
cuento y acapara todo el protagonismo.
Hay antecedentes
literarios en Italia: tanto Straparole (el cuento primero de la Onceava noche
de Las noches graciosas) como Basile
(cuento cuarto de la Segunda Jornada del Pentamerone)
relatan cuentos en que los gatos hacen la fortuna de sus dueños. Perrault pudo
haber conocido estas historias, pero su versión es bastante diferente y está
mucho más cercana a las versiones orales francesas. ¿Por qué eligió contar esta
historia de un gato? No lo sé, pero comparto la opinión del escritor francés Marcel Aymé[1] que
escribió, en la presentación de una edición de los cuentos, lo siguiente:
Es verdaderamente admirable que el joven Perrault (o
el padre , o el uno y el otro) haya
tenido la firmeza de transmitirnos intacta esta historia absurda y
maravillosamente desenvuelta, desprovista tanto de intenciones moralizantes
como de soportes lógicos.
El rasgo de las botas es una invención de
Perrault. No son botas mágicas como las de las siete leguas de Pulgarcito, pero
cumplen la misma función: lograr la fortuna de su amo. Son buenísimas para
andar entre la maleza, pero casi causan la muerte del gato cuando se sube al
tejado para escapar del ogro convertido en león...
¿Por
qué el gato lleva botas? Soriano[2]
ensaya una interpretación psicológica. Los dos hermanos mayores funcionarían
como uno solo, y el hermano menor y el gato también, entonces se trataría otra
vez de una pareja gemelar, pero esta vez doble.
Luego relaciona la palabra “bota” en francés (botte) con el término
“bitte” que, en francès vulgar significa el órgano sexual masculino, y la
palabra gato (chat) con “chas” que designa, por el contrario, al órgano sexual
femenino. O sea que el personaje vendría a ser un hermano menor feminoide que
aspira a la virilidad y que la consigue por medio de esas botas viriles ya que,
gracias a ellas, logra casarse con la princesa.
Realmente
esta explicación no convence. Soriano también da otra que, según dice, es “la
primera que viene a la mente”, y que, a esta altura, parece obvia. Es un
detalle arbitrario, un rasgo de la vestimenta, para definir al personaje y, al
mismo tiempo, darle al cuento un nombre al estilo de los de los cuentos
populares. Y un gato que lleva botas que le sirven mucho para ciertas cosas,
pero que son inútiles, y hasta peligrosas para otras, es un detalle gracioso
que va muy bien, me parece, con el espíritu del cuento.
Las versiones orales
No en
todas las versiones populares el personaje es un gato, en algunas es una gata
y, en otras, una zorra, pero siempre es el animal quien logra la fortuna de su
amo.
Sin
embargo, en la mayoría de las versiones orales, el cuento tiene un final que
Perrault suprimió: el animal burlador es burlado por su amo. Evidentemente se
trata de un cuento de pícaros, de ésos que, según Darton[3], son
típicos de la cultura popular francesa. Si el mundo es cruel, si los poderosos
oprimen a los humildes, no queda otra que “aullar con los lobos” y servirse de
la astucia y conseguir, no importa por qué medios, lo que se desea.
Otro
detalle que cambió Perrault es la forma de deshacerse del ogro pues, en las
versiones orales, el gato incendia el lugar en donde se encuentra el enemigo.
Soriano[4] cree
que, al hacer del ogro un mago, Perrault estaba pensando en otro cuento, El
mago y su alumno en el cual el aprendiz, transformado en zorro, se come a su
maestro que se había transformado en una semilla.
Además
de estos dos motivos, el del animal que ayuda a su amo y el del mago que puede
transformarse en animal, Perrault usa un tercer motivo presente en los cuentos
populares: el gato que hace la fortuna de su amo gracias a sus habilidades en
tanto gato, es decir, cazando ratones.
Pensemos en el cuento inglés Dick Whittington y su gata. En esta historia,
Dick hace su fortuna vendiendo su gata a un rey de un país lejano que no sabía
cómo deshacerse de las ratas. En Francia también hay cuentos populares con argumentos
parecidos. Perrault mezcla los motivos al hacer que el gato mate al ogro
convertido en ratón.
¿De dónde salió el ogro?
Una
de las principales características de los ogros, que en este cuento no aparece,
pero que está presente en La bella durmiente y Pulgarcito, es comerse a los
niños. Son seres malvados, primitivos, que practican el canibalismo.
Los
historiadores franceses Jean Carpentier y Francois Lebrun[5]
dicen, al hablar de las invasiones bárbaras del siglo V:
Entonces surge la última ola de invasiones, terrestre
esta vez: la de los húngaros, transformados quizás en los ogros de nuestro
folklore.
Y otro
histriador francés, Georges Duby[6],
expresa la misma idea:
En
cuanto a los húngaros, sus incursiones ya no eran más que un recuerdo, durablemente
establecido en la memoria colectiva, pero que se fue hundiendo poco a poco en
el folklore y la leyenda.
Los
lingüistas están de acuerdo en la etimología de la palabra “ogro” en francés
(ogre): deriva de la palabra “húngaro” (hongrois).
Así que,
en un principio, los ogros eran los invasores que arrasaban las villas y
mataban sin piedad.
Veamos
otras de las características de los ogros de los cuentos: son muy ricos y
poderosos. El de El gato con botas es dueño de un castillo y de muchas tierras;
el de Pulgarcito tiene mucho dinero y un objeto mágico: las botas de las siete
leguas. El ogro del cuento inglés Jack y los frijoles mágicos posee un
castillo, mucho oro y dos objetos mágicos: la gallina que pone huevos de oro y
el arpa que canta sola.
Son
señores ricos y tan poderosos que tienen que ser gigantes, pueden hacer lo que
quieran con la gente común, incluso comerse a sus hijos. ¿Acaso estos temibles
ogros no nos hacen recordar a los poderosos señores feudales del tipo de Gilles
de Rai?
La revancha del
hijo menor
En
los cuentos maravillosos el héroe o la heroína es siempre el hijo menor.
Maltratado como en Cenicienta, menospreciado como en Pulgarcito, llamado tonto
como en El ganso de oro de los hermanos Grimm, al final siempre triunfa y los
malvados hermanos mayores reciben un justo castigo.
Bruno
Bettelheim[7]
interpreta el triunfo del hijo menor de la siguiente manera:
Al
nivel más simple y directo, los cuentos de hadas en que el héroe es el más
joven y el más inepto ofrecen al niño lo que más necesita: consuelo y esperanza
en el futuro.
Agrega
que estas historias le dan confianza al niño, que se siente insignificante ante
los adultos, y lo ayudan a solucionar sus problemas.
Y
tiene mucha razón. Los chicos, durante siglos, se han sentido, y se siguen
sintiendo, identificados con ese tipo de héroes. Pero no tiene razón en creer
que los cuentos se inventaron con esa finalidad.
En
primer lugar, porque, en su origen, los destinatarios de los cuentos no eran
los niños sino los campesinos adultos. ¿Y quiénes, sino los campesinos, son los
hijos menores de la sociedad, menospreciados y subyugados por sus poderosos
hermanos, la nobleza y el clero?
El
gato con botas comienza así:
Un
molinero dejó por toda herencia su molino, su asno y su gato a los tres hijos
que tenía. Enseguida se hizo el reparto. No llamaron al notario ni al
procurador, que en un abrir y cerrar de ojos se habrían comido íntegro todo el
patrimonio. El mayor obtuvo el molino, el segundo el asno y el más joven no obtuvo
sino el gato.
Robert Darnton[8]
comenta este pasaje:
Nos
encontramos evidentemente en Francia, aunque existen otras versiones de este
tema en Asia, África y América del Sur. Las costumbres de la herencia de los
campesinos franceses, y también de los nobles, a menudo impedían la
fragmentación del patrimonio y favorecían al hijo mayor. Sin embargo, el hijo
menor del molinero hereda un gato que tiene talento para la intriga doméstica.
En todos lados a su alrededor este gato cartesiano ve vanidad, estupidez y
apetitos insatisfechos; explota esto con una serie de trucos, que hacen que su
amo se enriquezca mediante el matrimonio con una rica y también logra una buena
posición para él...”
Si
los campesinos hacían como el molinero del cuento, el patrimonio de sus hijos
se volvía aún más magro que el de los padres. Si querían conservar el
patrimonio intacto con la esperanza de acrecentarlo en el futuro, era forzoso
que sólo uno de los hijos lo heredara: el mayor. Los hijos menores se quedaban
sin nada y debían recorrer los caminos en busca de fortuna.
En el
imaginario campesino esos hijos menores que obtenían su revancha no significaba
solamente la abolición de la injusta costumbre de la progenitura. Abarcaba
mucho más. Los campesinos, como después los niños, se sentían humillados y
dominados por las clases altas que, por medio de altísimos impuestos, les
robaban lo que habían obtenido con su esfuerzo, trabajando de sol a sol. Y,
como los niños, se sentían identificados con esos héroes despreciados que, al
final, se volvían más ricos y poderosos que sus opresores. Era un sueño. Sabían
que era imposible. Pero era su única vía de escape, que funcionaban como hoy en
día lo hacen las telenovelas y ciertas películas. Era, en definitiva, una
literatura de evasión.
Leamos
a Darton una vez más:
A
pesar de las ocasionales pinceladas de fantasía, los cuentos están enraizados
en el mundo real. Casi todos se desarrollan en dos marcos de referencia
básicos, que corresponden al escenario dual de la vida campesina durante el
Antiguo Régimen: por una parte, la casa y la villa; por la otra, los caminos
abiertos. La oposición entre la villa y los caminos abarca todos los cuentos,
igual que las vidas de los campesinos en todas partes en el siglo XVIII en
Francia.
Los “valores” de
Maese Gato
Ni
bien el gato se calza las botas, se convierte en “Maese Gato”. Según
Jean-Pierre Collinet[9] se
usa esta palabra (mâitre) para un hombre que es “entendidio, hábil, que sabe
hacerse valer”. Veamos en qué es hábil y entendido Maese Gato: en primer lugar,
en simulación puesto que simula estar muerto para cazar ratones y simula no
escuchar a su amo cuando éste planea comérselo y hacerse un manguito con su
piel. De la simulación pasa al engaño cuando inventa al marqués de Carabás y
les hace creer al rey y a la princesa que el hijo del molinero es un noble.
Luego se muestra experto en amenazas cuando asusta a los campesinos con
convertirlos en carne picada si no le dicen al rey lo que él les ordena.
Finalmente, no sólo engaña al ogro sino que también lo asesina y se queda con
su castillo y sus campos. Mentiroso,ladrón y asesino. Un sinvergüenza total.
Pero es un sinvergüenza simpático, al menos para los
que amamos a los gatos.
Por una vez
estoy de acuerdo con Bruno Bettelheim[10]
cuando dice que El gato con botas es un cuento “amoral”. Y lo es porque es un
típico cuento de pícaros francés donde la astucia campesina vence al noble
poderoso y engaña hasta al mismísimo rey.
Y acá volvemos
a compartir el asombro de Marcel Aymé. ¿Por qué el académico que pretendía
educar a los niños con sus cuentos eligió este personaje tan desprovisto de
valores morales?
Dos moralejas no
tan morales
La
primera moraleja es así:
Aunque
gozar de una herencia
que
del padre al hijo pasa
tiene
para ese hijo
muchas
y grandes ventajas,
a
menudo sucede que la maña y la habilidad
valen
más para el muchacho
que
los bienes que heredó.
La
palabra que Graciela Montes traduce por “habilidad” es “savoir-faire”.
Esta palabra comenzó a usarse en la época de Perrault y
los gramáticos la condenaban como monstruosa por ser un sustantivo formado por
dos verbos y, por consiguiente, le auguraban poca vida. Sin embargo, perduró
hasta nuestros días. Un diccionario de 1680 la define como “una palabra dicha a
veces por la gente que no habla cortésmente y que significa destreza, intriga,
conducta fina”. Otro, de 1694: “habilidad, industria para hacer con éxito lo
que se emprende”. Leamos unas palabras de Darnton:
Los
héroes embaucadores se imponen sobre un ideal negativo: la tontería... Los
cuentos franceses no muestran simpatía por los tontos pueblerinos ni por
ninguna forma de estupidez, incluyendo a los lobos (nota) y a los ogros que no
logren comerse a sus víctimas al instante.
El
“savoir-faire” de Maese Gato consiste entonces en ser más listo que el otro y
en aprovecharse de su tontería, sin importar que ese otro sea un ogro o el rey.
¿Perrault
no se dio cuenta de la amoralidad de su personaje y de que su moraleja es poco
convincente? Creo que sí, pero, como buen francés, se enamoró de su personaje y
no pudo dejarlo de lado.
En la
segunda moraleja, se burla de las mujeres que eligen a los hombres por su buena
apariencia física. Tiene razón porque el hijo del molinero, con su linda
carita, no hubiera llegado a nada sin la ayuda del gato ya que todo su
“savoir-faire” se reduce a aceptar sin chistar los consejos de su felino
amigo.
Un cuento con valores morales
A pesar
de sus impropiedades, el gato con botas sigue contando su historia. En general,
todas las ediciones actuales siguen bastante de cerca el texto de Perrault. Hay
una de la editorial Kalandraka del año 2005 ilustrada con mucho humor por Luis
Castro Enjamio. Por ejemplo, en la última página, el marqués y la princesa se
van en una moto.
Sin
embargo en esta época de auge de la literatura infantil con “valores”, algunos
editores decidieron moralizar al viejo gato. Descubrí que pueden hacerlo por
dos procedimientos distintos.
El
primero de ellos es dejar el texto original y luego hacer lo que Valentina
Pisanty[11]
llama una “interpretación patológica”. Eso sucede con la edición de la
editorial Unaluna de 2007. La adaptación
de Kim Kyeong-Hwa es fiel al original y las ilustraciones de Kim Sam-Hyeon son
hermosas y sugerentes. La frase final del cuento es “El gato con botas también
se convirtió en el gato más feliz del mundo”. Falta la acotación que dice que
de ahí en más sólo se dedicó a perseguir ratones por diversión, pero la
ilustración a doble página muestra un gato tremendamente feliz que pierde el
sombrero y las botas al perseguir a un ratoncito aterrorizado.
Pero he
aquí que, al final del libro, hay dos apartados escritos por el especialista en
literatura infantil Lee Sang Bae. El primero “Sobre el autor” contiene algunos
errores biográficos, pero el final es muy interesante:
En
1697 publicó una antología, “Historias con valores morales”, “El gato con
botas” era una de las historias.
Dicen
que Perrault dijo poco después de escribir esta historia: “Para que el hijo de
un molinero pueda conquistar el corazón de una princesa a primera vista debe
haber sido gracias a sus vestimentas, a su apariencia y a su juventud”.
El
hábito de tener una apariencia limpia y ordenada debe ser inculcado a una
temprana edad.
Más que
patológica, esta interpretación es ridícula. En primer lugar, el libro de
Perrault lleva el título de “Historias del tiempo pasado con moralejas” que no
es lo mismo que “valores morales”. En segundo lugar, las palabras atribuidas a
Perrault están, en realidad, incluidas en la segunda moraleja y es más que
evidente que se trata de una ironía. Si el falso marqués estaba limpio fue
porque el gato le ordenó bañarse en el río y si sus ropas también lo estaban
fue porque el gato escondió las suyas e hizo que el rey le diera nuevas. Todo
dentro de un plan cuidadosamente pensado para engañar al rey y a la princesa.
El especialista en educación no se dio cuenta de eso, pero, afortunadamente,
los inocentes lectores siempre lo entendieron bien.
El
segundo apartado se llama “Guía para padres”. Veamos algunos párrafos:
Lo que se demuestra con el accionar el gato es que
recibir una cuantiosa herencia no es importante, sino que ser diligente e
ingenioso es mucho más valioso. El arte de vivir consiste en utilizar
adecuadamente los talentos que uno posee. Esto se demuestra en la vida diaria y
en la forma en que nos relacionamos con otras personas. No importa lo valiosa
que pueda ser una perla, si está enterrada nadie sabrá de su valor. Tiene que
limpiarse y pulirse para que brille. Los niños no son diferentes, debemos reconocer
sus valores y mostrar interés en su accionar. Debemos incentivar el buen uso de
esos valores para que se conviertan en
una brillante alhaja cuando sean mayores.
¡Qué
buen consejo! Hasta nos enseña que las perlas se encuentran debajo de la tierra
y no dentro de las ostras... Si los padres ven que su hijo, siguiendo el
ejemplo del gato con botas, engaña a sus compañeros y consigue robarles algo,
deben incentivarlo a seguir desarrollando sus talentos. Con un poco de suerte,
llegará a convertirse en un gran estafador o un exitoso ladrón de bancos, una
verdadera “alhaja” brillante.
¿Qué
podemos hacer con esta edición tan hermosa visualmente que tiene semejante anexo? Hay una solución muy sencilla: pegar
las dos últimas páginas entre sí para que no puedan abrirse y así evitar que
los chicos, y los padres, lean tales tonterías.
Un cuento
políticamente correcto
Otra
forma de limpiar la imagen de Maese Gato es adaptar el texto hasta convertirlo
en un cuento políticamente correcto, otra de las obsesiones de los adultos que
empezó a invadir la literatura infantil. Ejemplo de esto es la versión que
forma parte de la serie de cuentos tradicionales que venían juntos con la
revista “Jardín de Genios” en el año 2005. Son libros hechos en España por la
editorial Sol. Nuestro adaptador se llama Alberto Szpunberg y el coordinador de
la obra, Emilio López. Estos dos señores decidieron que todos los cuentos
tradicionales eran políticamente incorrectos y se dedicaron a volverlos aptos
para los niños actuales. Veamos qué hicieron con El gato con botas.
Primera
incorrección: en caso de que un padre, porque no le queda más que repartir,
desfavoreciera a uno de sus hijos en la herencia, los otros hermanos deben
velar por él. Texto corregido:
- Ustedes dos. Se lamentó el
pequeño- con el molino y el burro, podrán seguir produciendo harina, pero yo...
- No te preocupes...- le
contestaron sus hermanos-. Donde comen dos, comen tres...
Segunda
incorrección: una persona no puede pensar, por más pobre que sea, en comerse a
su gato y hacerse un manguito con su piel. Solución: eliminar este rasgo.
Tercera
incorrección: un gato que sabe perfectamente que su amo es pobre no puede
pedirle que le regale algo. Texto corregido:
-
Duerme tranquilo, querido amo...Yo te ayudaré...
Al
día siguiente, el gato fue hasta el desván. Se calzó unas viejas botas, se echó
al hombro una bolsa y se largó al campo.
Cuarta
incorrección: una persona pobre no puede presentarse así como así ante un
poderoso, ni siquiera para darle un regalo. Texto corregido:
Y
como lo que más le gustaba a Su Majestad era recibir regalos, el guardián
concertó rápidamente la entrevista.
Quinta incorrección: está mal
comer carne, sobretodo de conejitos inocentes. Texto corregido:
Me
envía mi amo, el Marqués de Carabás, para que os entregue este presente: dos
conejitos para su criadero, que es tan famoso en todo el mundo.
Sexta incorrección: por más
viejas que estén nuestras ropas, está mal tirarlas. Lo más correcto es
guardarlas, por si acaso. Texto corregido:
El
gato con botas fue hasta el lugar donde su amo había dejado sus pertenencias y
las guardó en la bolsa.
Séptima
incorrección: está mal amenazar a otros para conseguir algo. Texto corregido:
-
Pero...-decían temerosos los campesinos- estas tierras pertenecen al Gran Ogro,
para quien trabajamos...
-
No se preocupen- les contestaba el gato con botas-, yo me encargo de él...
Octava
incorrección: los gatos no deben comer ratones, aunque sean ogros
metamorfoseados. Eso está tan mal como comerse a los conejitos. Texto
corregido:
No
había terminado de hablar cuando el Gran Ogro se transformó en un pequeñísimo
ratón. El gato con botas no tuvo problemas en cazarlo y encerrarlo en su bolsa.
Novena incorrección: un padre
no puede ofrecer a su hija en matrimonio porque piensa que su futuro yerno es
muy rico. Si lo hace es porque se da cuenta de que los jóvenes se aman. Texto
corregido:
Y,
sobre todo, estaba enamorado de una princesa hermosísima. El rey, que era un
lince para darse cuenta de estas cosas, le dijo:
-
Sólo dependerá de usted, señor marqués, que sea mi yerno.
Décima incorrección: cuando
alguien logra hacer fortuna, no puede olvidarse de sus familiares y de sus
amigos. Texto corregido:
...al
morir el rey, el marqués de Carabás heredó el trono.
Los
hermanos del marqués se instalaron en el palacio, y el gato con botas se
convirtió en primer ministro.
Últimas y tremendas
incorrecciones: no se puede lastimar a otras personas, aunque sean ogros. Hay
que aceptar la amistad de todos, hasta de aquellos que se burlaron de nosotros
y nos robaron todas nuestras posesiones. Texto corregido:
Lo
primero que hizo el gato fue pedirle al Gran Ogro que se convirtiese en su
amigo. Y el Gran Ogro aceptó encantado.
Los destinatarios de El gato
con botas hoy
Si todas
las versiones de El gato con botas fueran como la que acabamos de analizar,
tendríamos un destinatario bien definido. Serían los niños, criaturas
angelicales e inocentes, que no sólo son vegetarianos sino que viven en un
mundo donde ni siquiera los animales se comen unos a otros, que respetan a las
autoridades, que aman a sus hermanos, que no están interesados por el dinero
sino por la belleza y el amor, que no tienen enemigos porque aman a todo el
mundo...
Afortunadamente,
la corriente que boga por inculcarles a los niños valores a través de la
literatura y la que ve incorrecciones políticas en todos los textos clásicos,
tienen una oposición muy fuerte. La de los editores que, con la ayuda de
excelentes ilustradores, buscan rescatar
las versiones originales de los cuentos maravillosos transformándolos en
libros-álbum. A veces les sale bien, como a los responsables de la edición de
Kalandraka. A veces, no tanto porque cometen el error de consultar a un experto
en educación, como les ocurrió a los de Unaluna.
Eric Battut, el
ilustrador del álbum de Barba Azul de la editorial Juventud, también ilustró
una versión francesa de El gato con botas que todavía no ha sido traducida al
español. Por lo menos, no figura en el catálogo de Juventud. Esperemos que
pronto podamos leerla en nuestro idioma.
La mayoría de los chicos conocen al
gato con botas gracias a la película “Shrek 2”. A decir verdad, los
realizadores de la película supieron captar bien la esencia del personaje pues
sigue siendo un atorrante simpático. Creo que es importante leerles a los
chicos la historia original para que se den cuenta del porqué de la elección
del gato con botas para matar a Shrek. Las tres películas de la serie están
bien hechas, pero, para apreciar las parodias, es necesario conocer los textos
originales. Si las películas se usan para acercarlos a los cuentos, son un
material excelente. Por el contrario, si no les damos a leer a los chicos El gato con botas de Perrault, corremos
el riesgo de que recuerden a nuestro personaje como el mejor amigo de un
ogro.
Versiones de Izawa e Hijikata
Sólo tengo dos: la de "Cuento animado I" y la de "Muñequitos". Ambas están muy bien ya que respetan el texto de Perrault, suprimiendo solamente algunos detalles para acortar el cuento. Pero el gato sí se come al ogro convertido en ratón, como debe ser.
Versiones de Izawa e Hijikata
Sólo tengo dos: la de "Cuento animado I" y la de "Muñequitos". Ambas están muy bien ya que respetan el texto de Perrault, suprimiendo solamente algunos detalles para acortar el cuento. Pero el gato sí se come al ogro convertido en ratón, como debe ser.
Susana Navone
Charles Perrault, El gato con botas, adaptación de Francesc Boada, ilustraciones de José Luis Merino, Pequeños clásicos, Barcelona, La Galera, 2002.
Charles Perrault, El gato con botas, ilustraciones de Jesús Gabán, versión castellana de Joëlle Eyheramonno y Emilio Pascual, Barcelona, Ediciones B, 2003.
[1] Citado por Marc Soriano.
[2] Obra citada en 2.
[3] Obra citada en 1
[4] Obra citada en 2.
[5] Carpentier, Jean et Lebrun,
François, Histoire de France, Paris, Editions du Seuil, 1987.
[6] Duby, Georges, Histoire de France,
Paris, Larousse, 1987.
[7] Obra citada en 20.
[8] Obra citada en 1.
[9] Obra citada en 8.
[10] Obra citada en 20.
[11] Obra citada en 12.
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