La bella durmiente del bosque (La Belle au bois dormant)
Grabado de Antoine Clouzier para la primera edición de
1697
Las fuentes literarias
Marc Soriano dice que de este cuento no se conservan versiones orales, sino fuentes escritas, pero no niega la posibilidad de una versión oral antigua que haya dado origen a las escritas. Cita como fuentes dos obras anónimas del siglo XIV: “La historia de Troylus y de la bella Zelendine” en el libro IV de “Antiguas Crónicas de Perceforest” y una novela catalana: Hermano de alegría, Hermana de placer, pero indica que la fuente principal es el cuento de "Sol, Luna y Talía" incluido en el Pentamerone de Giambattista Basile. Aquí los niños, Sol y Luna, son gemelos, y Talía los da a luz nueve meses después que un rey, viniendo de la caza, la sorprende dormida. Todo sucede mientras duerme, ella sólo se despierta después del nacimiento de los gemelos. Ahora bien, este rey está casado y la primer esposa, celosa, intenta destruir a los niños y a su madre. Perrault cambió el personaje de la esposa por el de la madre y, con esto, la historia pierde verosimilitud pues no se entiende tanta crueldad de la abuela hacia sus nietos.
Otro detalle que cambió Perrault es el hecho de que la princesa primero se despierta, después se casa, y sólo entonces tiene a los niños. Una joven soltera que queda embarazada durante su sueño y da a luz sin darse cuenta de nada, o sea sin pasión y sin pecado, tiene demasiadas analogías con la historia de la Virgen María. Soriano piensa que, en plena Contrarreforma, una historia así se habría considerado una blasfemia. También puede haber cambiado el personaje a causa del decoro (bienseance) ya que una violación de una joven dormida no es apta ni para la gente de la corte ni para los niños, los destinatarios de sus cuentos.
Robert Darnton afirma, en cambio, que sí existían versiones populares de este cuento antes de Perrault: Los otros cuentos de Mamá Oca de los campesinos franceses tienen el mismo ambiente de pesadilla. En una versión anterior de “La Bella Durmiente” (cuento tipo 410), por ejemplo, el Príncipe Encantador, que ya está casado, viola a la princesa, y ella tiene varios hijos con él sin despertar. Sus hijos finalmente rompen el encantamiento cuando la muerden mientras les da de mamar. El cuento después desarrolla otro tema: los intentos de la suegra del príncipe, una ogresa, para comerse a sus descendientes bastardos.
La Bella de Perrault
Volviendo a Perrault, si comparamos la versión que aparece en la edición de 1697 con la que apareció publicada en “El Mercurio galante” dos años antes, vemos que tiene algunos cambios. Entre ellos, la supresión de un discurso que dice la Bella antes de ser arrojada a la tina llena de alimañas, en donde se queja de tener que morir tan joven y de que le cuenten como vividos los cien años que pasó dormida... Este discurso, irónico y de estética preciosista, de espíritu semejante a la moraleja en verso, fue suprimido... ¿por el hijo de Perrault? ¿por el mismo Perrault que buscaba acercarse al estilo llano de los cuentos populares? No lo sabemos, pero sí sabemos que sólo un asiduo concurrente a los ceremoniales de la corte de Versalles podía describir con tanta exactitud ese ejército de gobernantas, damas de honor, mucamas, gentileshombres, mayordomos, cocineros, pinches de cocinas, mandaderos, centinelas, porteros, pajes, lacayos... Desde el punto de vista histórico es eso lo que nos interesa, cómo el autor introduce una descripción de su realidad contemporánea para actualizar un viejo cuento. A propósito de esto, Valentina Pisanty dice que cuando “La bella durmiente” de Perrault se convirtió en un cuento popular desaparecieron todas las descripciones suntuosas, tanto las de los servidores como las de los muebles ya que el estilo del cuento popular es similar al estilo épico: una narración rápida y concisa sin descripciones.
La Bella de los hermanos Grimm
Comparemos ahora nuestro cuento con la versión de los hermanos Grimm. Hay varias diferencias: las hadas son trece, en vez de siete y mientras que el hada mala no fue invitada en Perrault porque era muy vieja y la creían muerta, en la versión alemana simplemente se olvidan de ella. Un detalle importante es que en el cuento de los hermanos Grimm el rey y la reina se duermen como todos los del palacio y en el de Perrault, de una lógica más cartesiana, el rey y la reina quedan despiertos:
Entonces, después de besar a su hija querida sin que despertara, el rey y la reina salieron del castillo e hicieron pública la orden de que nadie, fuese quien fuese, se acercase.
Otra diferencia es que, en la versión de los hermanos Grimm, la princesa se pincha el dedo justo el día en que cumple quince años; en cambio Perrault deja la fecha imprecisa pues dice “al cabo de quince o dieciséis años”. El bosque de espinas que crece en la versión francesa se transforma en un bosque de rosales en la alemana. Y, cuando pasan muchos años, la gente del cuento de Francia cree que en ese bosque puede haber brujas celebrando sus aquelarres, fantasmas, ogros que se llevan allí a los niños para devorarlos con tranquilidad o, tal vez, una princesa dormida. Para los campesinos franceses de los siglos XVII y XVIII el bosque seguía siendo un lugar temido, poblado de peligrosos seres. La gente del cuento de Alemania, escrito en pleno Romanticismo, sólo conoce la leyenda de la princesa dormida a quien dan el nombre de “Rosa Silvestre”. Cuando el príncipe llega, no puede evitar darle un beso, ella abre los ojos y los dos se quedan mirándose, en silencio “con ojos de asombro”. En Perrault, el beso no existe. La princesa abre los ojos, mira al príncipe y le dice: “¿Es usted, mi príncipe? Se hizo esperar bastante.” Luego conversan por más de cuatro horas hasta que una dama de honor, muerta de hambre como todos los habitantes del castillo después de su largo sueño, les dice que la comida está servida. Y otra vez el narrador se vuelve irónico para decirnos que el príncipe encuentra el vestido de la princesa pasado de moda, como si fuera de su abuela.
El ideal romántico de los enamorados que se miran en silencio porque las palabras están de más, no tiene nada que ver con esta pareja de enamorados que, después de hablar cuatro horas, no se dijeron ni siquiera la mitad de las cosa que querían decirse. No por nada la primera hada le había dado el don de la belleza y la segunda le había pronosticado “que tendría espíritu como un ángel”. Y tener espíritu (esprit) en el Antiguo Régimen significaba tener talento e inteligencia, sobretodo para poder mantener una conversación que subyugara a los demás. Así el príncipe se rinde ante la belleza y el “esprit” de la princesa, de la misma forma que Roxana se enamora de la belleza de Christian y del “esprit” de Cyrano. El modelo de perfección femenina presentado por Perrault es el de su época y de su medio social: la muchacha bella que tiene espíritu, que sabe desenvolverse socialmente.
La vida de casada de la Bella
No obstante todo esto, la gran diferencia entre la versión de Perrault y la de los hermanos Grimm reside en que la de éstos termina con la boda en tanto que la de nuestro autor tiene una segunda parte que ni siquiera está separada de la primera por un punto seguido:
"...y después de cenar, sin pérdida de tiempo, el Gran Capellán los casó en la Capilla del castillo y la Dama de honor corrió la cortina; durmieron poco: la Princesa no lo necesitaba mucho, y el príncipe la dejó por la mañana para volver a la ciudad, donde su padre estaría inquieto por él. El Príncipe le dijo que, cazando, se había perdido en el bosque y que había dormido en la choza de un carbonero, que le dio de comer pan negro y queso. El rey, su padre, que era buena persona, le creyó, pero su madre no quedó muy convencida y, viendo que iba casi todos los días de caza y que siempre tenía a mano una razón para disculparse cuando había dormido dos o tres noches fuera de casa, ya no dudó que tuviera algún amorío, y es que vivió con la Princesa más de dos años enteros y tuvo de ella dos hijos: el primero fue una niña, a quien dieron por nombre Aurora, y el segundo un hijo, a quien llamaron Día, porque parecía aún más hermoso que su hermana."
El príncipe oculta su matrimonio porque su madre es una ogresa. Dos años después, al transformarse en rey, lleva a su esposa e hijos a su reino. Cuando se ausenta para ir a la guerra, la reina madre hace todo lo posible para comerse a sus nietos y a la propia Bella. El mayordomo la engaña, como en “Blancanieves”, con carne de distintos animales. Al final el engaño es descubierto y la malvada reina planea tirar a una tina llena se sapos, víboras, culebras y serpientes, a su nuera, sus nietos, el mayordomo, su esposa y una sirvienta... pero justo llega el rey, y la reina madre, furiosa, se arroja a la tina y es devorada por los animales.
Versiones modernas completas
En las versiones actuales, rara vez aparece el cuento narrado completo; casi siempre la historia termina con la fiesta de bodas. Aparece completo, por ejemplo, en la colección “El ratón Pérez” de la editorial Anaya de 1985 y, en nuestro país, en los fascículos de la serie “Trampolín- El maravilloso mundo de los cuentos infantiles” hecha por la editorial Ladefa S.A.E.P. en 1976 y en la traducción de Graciela Montes. Es obvio que la segunda parte choca con nuestra sensibilidad: una madrastra puede ser cruel, pero una abuela que quiere comerse a sus propios nietos ya es demasiado.
La edición de Anaya está ilustrada con reproducciones del pintor inglés pre-rafaelista John Collier (1850-1934). Los dibujos parecen estar hechos con carbonilla, predomina el negro y los tonos oscuros, como si fueran vejas fotografías en blanco y negro. La bruja malvada está representada como un fantasma con rostro cadavérico que parece estar aullando, iconografía más parecida a las representaciones de la Muerte que a las de las hadas. La Bella, en ciertas ocasiones, se asemeja bastante a la Virgen María, por su vestimenta y por sus actitudes. Las imágenes sugieren nuevos sentidos y contribuyen a crear ese “ambiente de pesadilla” que les asigna Darnton a los cuentos populares franceses. La versión de Perrault no es ajena a esto, veamos lo que dice la edición de la que estamos hablando, traducida por Joëlle Eyheramonno: No dejó de proseguir su camino: un Príncipe joven y enamorado siempre es valiente. Entró en un gran patio, donde todo lo que vio al principio era para helarlo de espanto: había un silencio horroroso, la imagen de la muerte aparecía por todas partes y no había más que cuerpos tendidos de hombres y animales, que parecían muertos.
La Bella no-durmiente del bosque
Hay una versión que merece un comentario: la reescritura cinematográfica de Walt Disney, estrenada hace exactamente cincuenta años. Y lo merece por ser la peor versión de la bella durmiente que se haya hecho jamás. Los cuentos maravillosos han sido usados durante siglos y hay muchas versiones malas, pero la de Disney tiene el agravante de ser mundial y masivamente conocida y, por lo tanto, ser culpable de la falsa imagen del cuento que quedó grabada, y sigue quedando, en millones de personas. Parece estar inspirada en los hermanos Grimm porque a la Bella las hadas la llaman Rosa, pero también tiene detalles de la versión de Perrault, por ejemplo, el verdadero nombre de la princesa es Aurora, el nombre de la hija en la versión del francés. Sin embargo, esto no es grave como así tampoco el número de las hadas reducido a tres. Lo realmente inconcebible es que cuando nace Aurora, el príncipe Felipe, de unos cuatro años, va con sus padres a verla y que ambos reyes arreglan el futuro casamiento de sus hijos. Para evitar el maleficio, las hadas se llevan a Aurora al bosque y la crían como a una campesina, llamándola Rosa. En ese bosque, se encuentra por casualidad con Felipe y se enamoran. Al cumplir dieciséis años, las hadas, no se entiende por qué, le dicen su verdadera identidad y la llevan al castillo de su padre. Allí se pincha el dedo con el huso, no porque estaba predicho sino porque la propia bruja malvada, llamada Maléfica, enterada de su regreso al castillo, se le aparece y la obliga a tocarlo. Y es, además, quien se encarga de encadenar al príncipe Felipe para evitar que se entrometa. Las hadas buenas duermen a todo el castillo y vuelan a liberar a Felipe. Le dan el escudo de la Virtud y la espada de la Verdad para que salve a la princesa. El príncipe se dirige al castillo y se encuentra con el bosque de espinos que hizo crecer Maléfica, no el hada buena. Por lo tanto, el bosque no se abre mágicamente y Felipe se abre camino con su espada y debe luchar con la propia Maléfica convertida en dragón...La mata con su espada mágica, llega hasta donde está la bella durmiente, la besa y ésta despierta.
La pregunta del millón es cuánto tiempo duerme la bella en esta versión. Obviamente muy poco, unos días, tal vez un mes. Es otro cuento. No puede llamarse “La bella durmiente” si no duerme cien años, si el príncipe que estaba destinado a despertarla es contemporáneo suyo y ya la conoce y está enamorado de ella. Se pierde toda la magia y el sentido profundo del cuento.
El amor y el sueño
¿Y cuál es ese sentido? ¿Qué significa que una adolescente de quince o dieciséis años duerma cien años antes de encontrar el amor?
Perrault dice en su moraleja:
Esperar un tiempo para hallar esposo
rico, bien plantado, galante y amoroso
es bastante natural.
Pero esperarlo cien años y durmiendo:
ya no se encuentran mujeres
que sepan dormir así.
En estos versos encontramos al Perrault irónico, que narra los cuentos populares y luego parece burlarse de ellos y de sus contemporáneos, especialmente de las mujeres. Pero la moraleja sigue:
También parece que el cuento nos dice
que casamientos tardíos no son menos felices
y que nada se pierde con saber esperar.
Esta parece ser la verdadera interpretación que sugiere el autor: no precipitarse en la iniciación sexual, saber esperar hasta que llegue la persona oportuna. Luego vuelve la ironía y la relación con la realidad contemporánea:
Pero las mujeres con tanto ardor
buscan la unión conyugal
que no tengo fuerzas ni corazón
para imponerles esta lección.
Perrault, Bettelheim y la ironía
Bruno Bettelheim piensa que el argumento central de todas las versiones de “La bella durmiente” es que por más que los padres intenten impedir el florecimiento sexual de su hija, éste se producirá de modo implacable. Apoyándose en la versión de los hermanos Grimm, dice que las trece hadas representan los trece meses lunares del ciclo de la mujer y que la princesa se duerme a los quince años porque esa era la edad en la cual, en esa época, las niñas tenían la menarca. La sangre vertida al pincharse con el huso sería la primera menstruación. Y se duerme porque es una experiencia abrumadora si la muchacha no está preparada para ello. La adolescente suele reaccionar con un período de pasividad, representado en el cuento por un largo sueño. El hecho de que todos los demás también se duerman significa que, para la adolescente alertagada, el resto del mundo no existe. ¿Pensaba Perrault en esta interpretación al escribir su versión? Creo que no. La interpretación de Perrault está muy clara en su moraleja: las muchachas no deben apresurarse en realizar un matrimonio prematuro.
Bruno Bettelheim también dice:
Perrault, al dirigirse a los cortesanos, a los que consideraba como sus lectores, se mofaba de las historias que narraba. Por ejemplo, especifica que a la reina-ogro le gustaba que le sirvieran los niños con “salsa Robert”. Introduce detalles que denigran el carácter del cuento de hadas, como cuando describe el despertar de Bella Durmiente, diciendo que sus ropas estaban pasadas de moda: “Por el escote de su vestido asomaba uno de esos ridículos cuellos que llevaba mi bisabuela, pero no por eso parecía menos hermosa y encantadora”. Como si los héroes de los cuentos de hadas no vivieran en un mundo en el que las modas cambian.
Tales observaciones, en la que Perrault mezcla indiscriminadamente la fantasía de los cuentos de hadas con el racionalismo más mezquino, desvalorizan enormemente su trabajo. El detalle del vestido, por ejemplo, destruye un tiempo mítico, alegórico y psicológico, sugerido por esos cien años de sueño, convirtiéndolo en un tiempo cronológico concreto. Le da una connotación ridícula...Añadiendo todos esos detalles, con lo que Perrault pretendía divertir a su público, no hizo más que destruir la sensación de eternidad, elemento básico que contribuye a la efectividad de los cuentos de hadas.
No estoy para nada de acuerdo con lo que opina Bettelheim. En primer lugar, la cita está mal. El texto de Perrault dice:
El príncipe la ayudó a ponerse de pie: estaba vestida con gran magnificencia y él se cuidó muy bien de decirle que estaba a la moda de su abuela y que ya no se usaba gorguera; no por eso estaba menos bella.
En ningún momento aparece la palabra “ridículo”. El príncipe nota que el vestido de la princesa está fuera de moda y es lógico, ya que pasaron cien años, pero no le dice nada por no ofenderla y porque, de todas maneras, su vestuario es magnífico. Bettelheim no comprende la fina ironía de Perrault y dice que se mofa de los cuentos y que los denigra. En absoluto, ni siquiera los parodia (lo que tampoco sería denigrarlos), solamente los actualiza y hace que sus personajes piensen como lo haría la gente de la corte de Versalles. No creo que su racionalismo sea mezquino ni que su trabajo se desvalorice por estos comentarios. Todo lo contrario: creo que el público de Perrault realmente se divertía con ellos porque yo también me divierto, como cuando la princesa le dice al príncipe que tardó mucho, o como cuando el mayordomo piensa que la Bella, con sus veinte años más los cien que durmió debe tener la piel muy dura, como cuando el narrador dice que el príncipe se afligió con la muerte de la ogresa porque, al fin y al cabo, era su madre... Es el estilo de Perrault, siempre apuntando a dos públicos diferentes: el niño inocente y el adulto cómplice.
Además, la explicación de Bettelheim de que el sueño significa el período de pasividad o de letargo de la adolescente a causa de la conmoción de su primera menstruación, no tiene sentido en la versión de Perrault ya que el sueño de Bella no es pasivo:
Estaba más aturdido que ella, y no hay que asombrarse de eso: la princesa había tenido tiempo para soñar en lo que habría de decirle, ya que parece ser (aunque la historia no dice nada al respecto) que el hada buena le había concedido el placer de tener agradables ensoñaciones durante su largo letargo.
El problema de Bruno Bettelheim, y de otros críticos que vienen de la psicologia, como dice Robert Darnton, es que analiza los cuentos tomando de cada versión lo que más le conviene y los trata como algo plano, atemporal, sin tener en cuenta el momento histórico en que fueron escritos y cómo fueron leídos en diferentes épocas.
Grabado de Gustave Doré para la edición de Hetzel de
1862
La Bella hoy
En nuestra época, desgraciadamente, y a causa de la versión de Disney comentada más arriba, este hermoso cuento se ha banalizado y la mayoría de la gente, grandes y chicos, conserva la imagen del príncipe luchando contra los espinos y contra el dragón para salvar a la princesa. Desenlace trillado y banal si se lo compara con el de los espinos que se abren mágicamente para dejar pasar al príncipe, y sólo a él, y con la princesa que despierta porque ya se cumplió su sueño mágico de cien años justamente cuando acaba de llegar su verdadero amor, desconocido para ella, aunque vislumbrado en los dulces sueños que le habían dado las hadas.
Esto sucede incluso en Francia. Uno de los castillos del Valle del
Loira, el castillo de Ussé, está
considerado como el edificio en el que se inspiró Perrault para hacer la descripción
del hogar de la Bella Durmiente. En la página web del castillo se lo promociona
como “el castillo de la Bella
Durmiente”. Hay una sala dedicada al cuento donde se exhiben muñecos de cera representando
distintas escenas. Ahora bien, la bruja mala está representada exactamente
igual que la Maléfica, de Disney, y también aparece en la escena un principito
de cuatro o cinco años, sin dudas, el
príncipe Felipe. Esto se corrobora si cliqueamos para leer el comienzo del
cuento puesto que la Bella, como en la versión de Disney, se llama Aurora.
La operación de esta
adaptación es dejar de lado el relato de Perrault para mostrar, en cambio, una
escenografía basada en Disney. Esto resulta curioso, sobre todo, porque
justamente se trata de un castillo en el que se inspiró Perrault, según
atestiguan los propios franceses.
Versiones de Izawa e Hijikata
Sólo tengo las versiones de "El país de los cuentos" (1974), "Cuento animado I" (1967) y "Cuento animado II" (1968). Las tres siguen a los hermanos Grimm, por razones obvias.
En la primera aparece el hermoso rasgo de que las espinas se convierten en rosas y en las otras dos la Bella se llama Rosa Silvestre.
Sin embargo, todas ponen un detalle de la versión de Perrault: la princesa no se despierta por el beso del príncipe sino porque ya se había cumplido el plazo de los cien años.
La película de Walt Disney es de 1959. Por suerte, no fue tenida en cuenta en estas ediciones.
Susana Navone
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