Las hadas (Les Fées)
Grabado de Antoine Clouzier para la primera edición de
1697
Las fuentes
Las
hadas es
el último cuento del manuscrito de 1695 y también es el menos logrado. El argumento es muy simple: la hermana linda
y buena recibe el don de que, cada vez que habla, de su boca salgan flores,
perlas y piedras preciosas; en tanto que la hermana fea y mala obtiene como
castigo que de su boca salgan sapos y víboras.
Las
fuentes literarias se remontan también a Straparole y Basile (Soriano op. cit.:135).
Este último tiene dos cuentos con rasgos similares: Las tres hadas y Las
dos galletas. Si Perrault conocía estos cuentos, no los tuvo demasiado
en cuenta ya que su versión es mucho más simple y directa. En el mismo año,
Mademoiselle Lhérithier, la sobrina de Perrault, publica Los encantamientos de la
elocuencia, un cuento parecido en cada detalle a Las hadas pero mucho más
largo. En el prefacio, la autora dice que, en su infancia, oyó este cuento de
boca de una anciana experta en viejas historias galas. Paul Delarue[1]
cree que tío y sobrina pueden haber escuchado el cuento de la misma narradora y
luego haberlo reelaborado cada cual por su lado.
Hada
Plumita, de los hermanos Grimm tiene el mismo comienzo y un final
parecido: la hermana buena recibe una lluvia de oro y la mala una lluvia de
alquitrán. Pero cuenta con un argumento mucho más elaborado y poético. Después
de caerse a un pozo, las muchachas llegan a un mundo paralelo en donde los
panes y los árboles hablan. Allí vive una vieja hada que les hace sacudir las
almohadas y, cuando las plumas se
mueven, la nieve cae en el mundo real.
Un
detalle incomprensible en la versión de Perrault es el título en plural ya que
sólo aparece un hada. Bajo dos aspectos diferentes, como una pobre vieja y como
una rica señora, pero es una sola.
El trabajo infantil
Darton (op.
cit.) dice que en el Antiguo Régimen era normal que los niños campesinos
trabajaran a la par de sus padres en cuanto tenían fuerzas suficientes para
hacerlo. En los cuentos populares, los padres castigan o echan de su casa a los
hijos que no trabajan lo suficiente.
“Las
familias campesinas no podían sobrevivir durante el Antiguo Régimen a menos de
que todos sus miembros trabajaran, y trabajaran juntos como una unidad
económica. Los cuentos populares constantemente muestran que los padres
trabajan en los campos mientras los hijos recogen leña, cuidan ovejas, traen
agua, hilan lana o piden limosna. Lejos de condenar la explotación del trabajo
de los niños, parecían indignarse cuando esto no ocurría” (pp. 42).
La
protagonista conoce al hada cuando va al pozo a buscar agua, mientras su
hermana se queda tranquilamente en la casa sin hacer nada.
En el
manuscrito de 1695, al igual que en el cuento de Mlle. Lhéritier y en el de los
hermanos Grimm, se trata de una viuda con una hija biológica (la mala) y una
hijastra (la protagonista). Pero en la edición de 1697 se trata de una madre
que prefiere a la hija mayor porque se le parece en tanto que la menor se
parece al padre. Este rasgo de la madre que prefiere al hijo que más se le
parece, está también en Pulgarcito.
La infancia desprotegida
Como lo
explica Darnton (op. cit.), la situación de los niños campesinos en el Antiguo
Régimen no era muy esperanzadora:
“El
45%de los franceses nacidos en el siglo XVIII murieron antes de cumplir los
diez años. Pocos sobrevivientes llegaban a la edad adulta antes de que por lo
menos muriera uno de sus padres. Y muy pocos padres lograban vivir hasta el fin
de sus años fértiles, porque la muerte se los impedía. Los matrimonios, que
terminaban por muerte y no por divorcio, duraban 15 años en promedio, la mitad
de los que duran hoy día en Francia. En Crulai, un marido de cada cinco perdía
a su esposa y después se casaba de nuevo. Las madrastras proliferaban en todas
partes, más que los padrastros, ya que la tasa de segunda nupcias entre las
viudas era de una de cada diez” (pp. 35).
Esto se refleja en los cuentos
en los que también las madrastras abundan. Y las relaciones difíciles entre
madrastras e hijastros y medio-hermanos entre sí de los cuentos son también un reflejo de lo que ocurría en
la vida real.
Cuando
la pobreza envuelve a la familia, los hijos varones salen a buscar fortuna en
los caminos. En los cuentos, encuentran un ayudante mágico que los vuelve
ricos. En la vida real, salir a los caminos significaba con mucha frecuencia
mendigar (Darnton, op. cit.: 44). Las hijas, en cambio, se quedaban en el hogar
a la espera de un casamiento ventajoso que las pudiera sacar de la pobreza.
El príncipe salvador
A pesar
de que la protagonista de nuestro cuento es la hermana trabajadora, la madre la
echa de la casa porque la culpa de la desgracia de su hermana. Ella se va a
llorar al bosque y un príncipe, que estaba cazando, la encuentra, se enamora de
ella y se la lleva para hacerla su esposa. La muchacha es amable y bonita,
pero...
El
hijo del rey, que le vio salir de la boca cinco o seis perlas y otros tantos
diamantes, le rogó que le dijera cómo es que sucedía eso. Ella le contó toda su
aventura. El hijo del rey se enamoró, y considerando que un don como ése valía
más que todo lo que le pudiesen dar en dote a cualquier otra, la llevó al
palacio del rey, su padre, y allí se casó con ella (pp. 30).
El
príncipe no lo pensó mucho, esa chica era una mina de oro. Aquí tenemos otra
referencia a las costumbres de la época: sólo podía casarse bien una muchacha
que tuviera una buena dote.
Grabado de Gustave Doré para
la edición de Hetzel, de 1862
Moralejas redundantes
Las
hadas parece ser un cuento que no necesita moralejas pues dentro de la
misma historia hay dos enseñanzas muy claras y explicitadas. La primera sería
que las palabras dulces son más valiosas que los diamantes y el dinero. La
segunda, que la cortesía exige esfuerzos, pero que, tarde o temprano, trae su
recompensa.
Lo que
llama la atención es que la ironía, si la hay, parece estar en la primera
moraleja en vez de en la segunda. Incluso dentro del cuento, el tratamiento del
episodio del encuentro con el príncipe es mucho más irónico que la moraleja.
Las hadas hoy
En la
traducción de Graciela Montes, Las hadas comparte
el volumen con Caperucita. Es difícil hallarlo como
cuento independiente. La edición de Sopena del año 1941 es bastante fiel al
original, salvo en que omite decir que la hermana mala murió sola y abandonada.
La editorial Corimbo de Barcelona publicó un
álbum muy artístico, traducido por Margarida Tridas e ilustrado por Philippe
Dumas, que aún no se distribuye en Argentina. Dumas es un autor y pintor
francés. Sus ilustraciones, hechas con tinta china y acuarelas son realistas y
plenas de detalles.
Los amantes de la literatura con valores se
interesarían por este cuento ya que la
protagonista es un ejemplo de obediencia, bondad y buena disposición para el
trabajo honesto. Por otra parte, una madre que prefiere a una de sus hijas y
echa de la casa a la otra, y que luego no soporta a la que era su preferida y
también la echa para que se muera sola en el bosque, tal vez no sería
conveniente frente a la imagen maternal
que se les debe ofrecer a los niños.
Portada
de la edición de Corimbo, ilustrada por Philippe Dumas (2007)
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