Caperucita Roja


 Caperucita Roja (Le Petit Chaperon Rouge)

 El nombre del cuento y de su protagonista

            Caperucita es el más breve de los cuentos de Perrault. Paradójicamente, es el que más dio que hablar. Tal vez tenga razón Soriano[1] al decir que es una obra tan clara que termina por hacerse impenetrable.
            El primer misterio es el nombre. ¿Por qué Caperucita?¿Por qué el color rojo?
            Los diccionarios franceses de la época, citados por Jean-Pierre Collinet[2], definen "caperuza" (chaperon) como "Banda de terciopelo, o de otra tela, que las muchachas y las mujeres que no eran damas, llevaban sobre su cabeza hasta no hace mucho tiempo".O "Gorro de terciopelo que las mujeres burguesas llevaban  hace cuarenta o cincuenta años". Dato importante: Caperucita no pertenecía a una familia noble como la bella durmiente, sino que era una chica de pueblo, una pequeña burguesa. No estaba en la miseria, su madre podía obsequiar a la abuela con una torta y un tarro de manteca.
            Es preciso notar que Perrault no dice que la caperuza estuviera pegada a una capa. Sólo dice que se la había hecho su abuela y que le quedaba tan bien que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja. Posiblemente esa imagen de la capa se deba a los primeros ilustradores. El tema del color dio lugar a las más diversas teorías, que veremos más adelante. Sin embargo, Marc Soriano[3] nos da una información importante: en las numerosas versiones orales que existen en Francia la caperuza no aparece y no se menciona para nada el color rojo. Estos detalles sólo aparecen en versiones tardías derivadas de la de Perrault. Por lo tanto no es un detalle general  que pueda tomarse para explicar el cuento. Soriano piensa que el color es arbitrario y que Perrault lo puso para que el título se asemejase al de otros cuentos populares ("El bonete blanco", "El sombrero verde", "Las zapatillas rojas" etc). Es un efecto literario que busca acercar el texto a la tradición oral, también utilizado por Mme. D’Aulnoy (“El pájaro azul”, “El enano amarillo”).

El cuento de la abuela”

El folclorista Paul Delarue, citado por Soriano[4], Robert Darnton[5] y Valentina Pisanty[6], recogió treinta y cinco versiones orales de Caperucita (cuento tipo 333), en Francia, en el Tirol y en el norte de Italia. Delarue y su compañera de trabajo Marie-Louise Tenéze, las subdividen en tres categorías: veinte versiones totalmente independientes de la de Perrault, dos versiones que derivan directamente de la versión de nuestro autor y trece versiones mixtas. La primera categoría, la más numerosa, corresponde a las versiones orales anteriores a Perrault que le sirvieron de fuente ya que Caperucita es el único cuento del autor que tiene fuentes exclusivamente populares. En esas versiones el cuento es conocido como “Cuento de la abuela” y la niña no lleva ninguna caperuza. La versión que recoge Darnton en su trabajo, “La fiaba della nonna”[7], pertenece a este grupo.
            También se dijo que la abuela le dio la caperuza a la niña para hacerla más bella y, por lo tanto, más seductora a los ojos del lobo, sin tener en cuenta que muchos cuentos populares utilizan el recurso de la vestimenta para definir de un trazo al personaje diferenciándolo de los demás. La niña sin nombre de “El cuento de la abuela” es transformada por Perrault en Caperucita Roja, en francés “Le Petit Chaperon Rouge”, cuatro palabras que, de ahí en más, pasan a formar una unidad de sentido fácilmente reconocible e identificable. Si volvemos a la definición de “chaperon” de los diccionarios de la época vemos que no era una prenda para seducir a los hombres sino una prenda usada por las mujeres de una determinada clase social: la burguesía.

Los cuentos de advertencia

            También Caperucita tiene otra peculiaridad: es el único de los cuentos de Perrault que termina mal. Esto es porque forma parte de un grupo de cuentos llamados "cuentos de advertencia" que tenían por objeto asustar a los niños y, de esa forma, evitar que se expusieran a situaciones peligrosas. Es como cuando nuestras madres nos decían, años atrás, que era peligroso salir solo a la calle porque podrían secuestrarte los gitanos o "el hombre de la bolsa" y como la leyenda del Pombero, en las provincias del litoral, que secuestra a los chicos que salen al campo solos a la hora de la siesta. Marc Soriano[8] cita a Paul Delarue:
Hay un ciclo de cuentos compuestos para dar miedo a los chicos, para ponerlos en guardia contra ciertos peligros o para impedirles cometer determinadas acciones: no ir solos al borde del agua, o al bosque, o a la siega, no demorarse al caer la noche, no abrir la puerta a desconocidos... El cuento de Caperucita Roja habría estado destinado, en su origen, a poner en guardia a los chicos contra el peligro de circular solos en los bosques  que, durante milenios, estuvieron plagados de lobos.
            Así es, en el siglo XVII Europa estaba cubierta de bosques y los bosques estaban llenos de lobos. En invierno, a causa de la escasez de animales para cazar, los lobos solían llegar hasta las aldeas y devorar no sólo a los niños sino también a los adultos. El bosque y los lobos eran peligros bien reales, independientes de los sentidos metafóricos que se les atribuyeron después. Bandidos y asesinos solían esconderse en los bosques, de ahí surgen las leyendas como la de Robin Hood y el hecho de que los personajes malos de los cuentos, como las brujas  y los ogros, tengan sus guaridas en los bosques.
Otros rasgos que denotan el carácter de cuento infantil de Caperucita son: en primer lugar, el lenguaje puesto que hay onomatopeyas ( Golpeó: toc toc), trabalenguas (el pequeño pote de manteca: le petit pot de beurre) y fórmulas rimadas que se repiten ( tira de la clavija, el pícaporte cederá: tire la chevillette, la bobinette cherra); además, el ritmo rápido, la estructura  simple del relato, su brevedad y la progresión dramática del final. Sin olvidar la nota del manuscrito de 1695, suprimida en la edición de 1697, que aconseja leer la parte en que habla el lobo con voz alta para asustar a los niños.

 Un mundo peligroso

            Si bien el final trágico de Caperucita se adscribe a la “pedagogía del terror” y busca enseñarle a los chicos que es peligroso adentrarse solos en el bosque y pararse a escuchar a desconocidos, tengamos en cuenta que, en la versión de Perrault, la madre no le da ningún consejo a la niña, simplemente la manda a la casa de su abuela sabiendo que, para llegar, debe cruzar el bosque. Soriano[9] dice que la madre y la abuela, que estaban tan “locas” por la niña, podrían haber sido más previsoras y advertirle del peligro. Pero Perrault se inspira en los cuentos de los campesinos y en ellos, según Darton[10], la desgracia no tiene causa alguna:
            Es un universo sin ton ni son. La desgracia llega fortuitamente. Como la peste negra, no puede predecirse o explicarse. Más de la mitad de las 35 versiones registradas de “Caperucita Roja” terminan como la versión que contamos antes, el lobo se come a la niña. Ella no ha hecho nada para merecer ese destino; porque en los cuentos campesinos, a diferencia de los de Perrault[11] y de los Grimm, ella no desobedece a su madre ni deja de leer las señales de un orden moral implícito que están escritas en el mundo que la rodea. Sencillamente camina hacia las quijadas de la muerte. Éste es el carácter inescrutable, inexorable de la fatalidad que vuelve los cuentos tan conmovedores, y no el final feliz que con frecuencia adquirieron después del siglo XVIII.
            La mayoría de las versiones orales también terminan mal, pero, además, tienen ciertos episodios que Perrault suprimió. Uno de ellos es que el lobo hace que Caperucita coma la carne de su abuela y beba su sangre; otro, el “strep-tease” que realiza Caperucita preguntándole al lobo en dónde deja cada prenda que se va sacando. La respuesta es siempre la misma: “tíralo al fuego, nunca más  lo necesitarás”. Estos dos detalles aparecen en la versión recogida por Darnton y Perrault obviamente los suprimió en nombre del decoro. Pero los campesinos, como dice Darnton, no necesitaban metáforas para hablar de ciertos temas:[12]
            Un marido se come a varias esposas en la cama matrimonial  en “La Bella y el monstruo” (cuento tipo 433), uno de los centenares de cuentos que no aparecieron en las versiones impresas de Mamá Oca. En un cuento repugnante, “Los tres perros” (cuento tipo 315), una hermana mata a su hermano ocultando alcayatas en el colchón de su cama matrimonial. En el más repugnante de todos, “Mi madre me mató, mi padre me comió” (cuento tipo 720), una madre parte en trozos a su hijo y con su carne hace un platillo al estilo leonés, y su hija se lo sirve al padre. Y así pasan del estupro y la sodomí
a al incesto y al canibalismo. Lejos de velar su mensaje con símbolos, los narradores de cuentos de la Francia del siglo XVIII retrataban un mundo de cruda brutalidad desnuda.

Un cuento para los chicos

            Perrault suprimió otros detalles que no tienen nada que ver con el decoro. Por ejemplo, en las versiones populares el lobo le hace escoger a Caperucita entre el camino de las agujas y el de los alfileres. Soriano[13] piensa que éste es un rasgo que también indica que el cuento estaba dirigido al público infantil y que se trataba de un juego. El narrador adulto hacía elegir al niño oyente entre los dos caminos. No tenía importancia cuál fuese la elección, la broma siempre tenía efecto ya que se trata, en ambos casos, de objetos punzantes, y así el adulto que narraba el cuento simulaba pinchar al niño con una aguja o con un alfiler.  Exactamente como en aquel juego de nuestra infancia en que un niño repetía la fórmula siguiente y el otro debía contestar:
                        Juan y Pinchame se fueron al río.
                                   Juan se ahogó.
                                   ¿Quién quedó?
            Tal vez Perrault lo consideró demasiado absurdo o pueril para su público cortesano.
            En una versión recogida por Paul Delarue en 1951, la niña se encuentra con un “bzou” o “dzou”, un hombre-lobo. [14]  Éste la hace elegir entre los dos caminos; la niña elige el más largo y se entretiene recogiendo agujas.
            Hay otras interpretaciones de estos caminos aparentemente absurdos, como la psiconalítica, que veremos después, y la de Yvonne Verdier, citada por Pisanty[15]. Esta crítica cree que el rasgo se relaciona con las actividades propias de las niñas en ciertas regiones de Francia, que el cuento pertenecía originalmente a la cultura femenina y aludía a la iniciación de las niñas en la sociedad de las mujeres. Entonces se justificarían las versiones populares de esas regiones, donde la niña se salva y la abuela no, porque las generaciones más jóvenes desplazan a las más viejas.
            Evidentemente, aún en las primeras épocas de este cuento, había gente que pensaba que el final  con la muerte de la niña era demasiado cruel. Existen versiones orales con  final feliz, pero ése  no es el que todos conocemos. Cuando el lobo está a punto de comerse a la niña, ella se da cuenta gracias a la ayuda de un gato que le advierte, en repetidas ocasiones, del peligro. Entonces la niña le pide permiso al lobo para salir "porque tiene una necesidad urgente". El lobo se lo permite, no sin antes atarla con un hilo. Ella sale, se desata y huye corriendo.

 Los lobos amables y complacientes

            Volviendo a la versión de Perrault, a diferencia de los narradores campesinos, este culto y refinado escritor burgués necesitaba de metáforas para tratar ciertos temas. Veamos la moraleja:
                        Bien se ve aquí que los niñitos
                        y sobre todo las niñitas,
            hermosas, bien dispuestas y graciosas,
hacen muy mal prestando oídos a cualquiera.
Y no es extraño que el lobo se coma a tantas.
Digo el lobo, aunque no todos los lobos
            son de la misma calaña:
            los hay muy amables,
            silenciosos, sin odio ni saña,
que, domesticados, complacientes y dulces,
            siguen a las muchachas,
hasta las casas, hasta los aposentos.
¿Y quién ignora que estos lobos zalameros
            son el peligro más certero?[16]
Con esa moraleja tan explícita, es imposible equivocarse en la interpretación del autor, pero el hecho de que Perrault, y la mayoría de las versiones orales también, relacionaran al lobo con el hombre seductor, no quita que, en su origen, el cuento hiciera referencia al lobo real.
Ya vimos que en las versiones orales la relación sexual no está velada y que Perrault suprimió ciertos detalles en nombre del decoro. Sin embargo, dejó algunos guiños al adulto. Hay un pasaje que Graciela Montes traduce así:
Caperucita Roja se desvistió y se metió en la cama. Allí se sorprendió mucho de ver cómo lucía su abuela en camisón.
El texto francés dice lo siguiente:
Le petit chaperon rouge se déshabille, et va se mettre dams le lit, oú elle fut bien étonnée de voir comment sa Mére-grand était faite en son déshabillé.
El problema reside en la palabra “déshabillé”. Puede tratarse de un sustantivo que significa “traje de casa” (“camisón”, para Graciela Montes) o del participio del verbo “ se déshabiller” que significa “desvestirse, quitarse el vestido, desnudarse”. En ese caso, la palabra sería un adjetivo y la traducción de “en son déshabillé”, “en su desnudez, desnudo”[17]. Si tenemos en cuenta que, en ningún momento, el texto dice que el lobo se pone la ropa de la abuela, es obvio que la palabra está usada como adjetivo. ¿Qué le pasó a Graciela Montes? ¿Es una equivocación de la traductora o una censura de la adaptadora?
Para los franceses el problema no existe.  Marc Soriano[18] dice que Perrault elimina la pregunta de Caperucita, que está en las versiones orales, sobre el cuerpo peludo de su abuela, pero que esa preocupación por el decoro concierne más a las palabras que a las ideas ya que la frase que tiene el término “déshabillé” es una expresión con doble sentido que está verdaderamente en el límite con el chiste verde... Los niños podían pensar que significaba la ropa que tenía puesta el lobo-abuela, pero los adultos sabían bien lo que quería decir el autor. En el trabajo de Valentina Pisanty[19], traducido por Juan Carlos Gentile Vitale, se cita la frase como ...quedó muy sorprendida al ver cómo estaba hecha su abuela, cuando estaba desnuda. Y la autora agrega: Esta última afirmación invita a una sonrisa de los lectores adultos.
También es de Pisanty la siguiente cita:
La imagen de niño que emerge del cuento de Perrault es la de un destinatario que exige ser dirigido por el adulto en su interpretación del texto. Este modo de concebir la infancia coincide con los principios educativos dominantes en aquella época.

Caperucita después de Perrault

Este cuento de Perrault tuvo un éxito inmediato y extraordinario, tanto en la literatura para la infancia como en la literatura oral, a la cual volvió llevando los cambios hechos por el autor. Hubo numerosísimas publicaciones, reelaboraciones y traducciones durante el siglo XVIII. En 1729 fue traducido al inglés por Robert Samber, con algunas pequeñas variaciones, y pronto se popularizó entre los niños de habla inglesa. Uno de los detalles cambiados fue la aparición del camisón del lobo. Como bien hace ver Pisanty[20], lo que resultaba gracioso en la corte de Luis XIV era incompatible con el sentido del pudor de la Inglaterra del siglo XVIII. Tal vez por los mismos motivos, Samber omite la moraleja.
El cuento pasa a América a través de los “chapbooks”, el equivalente a la Biblioteca Azul. La primera versión norteamericana documentada es de 1796 y se mantiene fiel a la de Perrault, salvo en que reemplaza la moraleja amenazante con la siguiente frase, que pone el acento en la maldad del lobo y desdramatiza la situación pensando en el destinatario infantil:
¿Y no fue acaso un lobo muy malo (naughty) el que se comió a una criatura tan bonita?
La primera traducción alemana es de 1790 y está considerada como una de las fuentes posibles de la versión de Wilhem y Jacob Grimm de 1812. Esta versión, en la que Caperucita y la abuela se salvan, tuvo aún más éxito que la de Perrault y es la que siguieron casi todas las versiones posteriores, con algunas excepciones, como la traducción al inglés de Andrew Lamb de 1889 que retoma exactamente el cuento de Perrault porque considera que la versión de los Grimm es una “perversión de la historia” y que los niños “prefieren la verdad”. Posiblemente la elección tenga que ver con la educación más rígida de los niños de la Inglaterra victoriana.

La Caperucita de los hermanos Grimm

Los hermanos Grimm recogían cuentos de narradores burgueses, no de campesinos, y luego los reelaboraban con un estilo literario. Una narradora de origen francés, Jeannette Hassenpflug, vecina y amiga de los escritores, les contó Caperucita Roja, El gato con botas y Barba Azul, entre otros cuentos de Perrault, que había aprendido de su madre cuya familia era hugonota francesa. Ellos buscaban cuentos alemanes y, en un primer momento, no se dieron cuenta de que estos cuentos eran de origen francés. Cuando lo descubrieron, los sacaron de su recopilación, excepto a Caperucita Roja, tal vez porque tenía un final diferente. Este final, en el cual la niña y su abuela se salvan gracias al cazador es una contaminación con el cuento “El lobo y los siete cabritos”.  En este cuento, la cabra también abre la panza del lobo con unas tijeras y las llena de piedras. Todos los investigadores están de acuerdo en que la Caperucita de los hermanos Grimm deriva directamente de la de Perrault, que pasó a Alemania en forma de cuento oral con los hugonotes cuando fueron perseguidos durante la Contrarreforma. Al cambiarle el final, Caperucita dejó de ser un cuento de advertencia y se transformó en un cuento maravilloso.
Pero los hermanos Grimm no sólo cambiaron el final sino que introdujeron otras modificaciones dictadas por una nueva forma de ver a la infancia y a la educación. En primer lugar, introdujeron los consejos de la madre y, por consiguiente, la desobediencia de Caperucita. El mensaje es claro: el lobo persiguió a Caperucita porque ésta, desobedeciendo a su madre, se puso a hablar con él y se salió del camino. Hicieron que el lobo se vistiera con la cofia y el camisón de la abuela y que Caperucita permaneciera al lado de la cama en vez de desvestirse y acostarse con el lobo. Esta versión, más aceptable para el público infantil, es la que predominó en el siglo XIX, y sigue predominando hasta hoy.
El mundo de esta nueva Caperucita ya no es un mundo sin ton ni son, donde la maldad ataca indiscriminadamente. Si los niños son obedientes y siguen los consejos de los adultos, no hay nada que temer. Para reforzar esta enseñanza, los autores agregan un segundo final al cuento: otro paseo de Caperucita y otro lobo, pero esta vez la niña no se detiene, va directo con su abuela y le cuenta lo sucedido y, entre las dos, logran deshacerse del lobo.
            Este segundo final, que resulta raro para la época por el protagonismo que toma el personaje de la abuela, casi siempre es omitido. La mayoría de los cuentos reescritos por los Grimm fomentan el estereotipo de la mujer pasiva y obediente y del varón aventurero, audaz y protector de la mujer.

Caperucita después de los Grimm

Con el pasar del tiempo, hasta la versión de los Grimm pareció muy cruel para los niños y así surgieron versiones en que el lobo se come sólo a la abuela porque Caperucita se esconde, otras en que las dos se esconden, otras en las que ni siquiera el lobo muere, hasta llegar al extremo de que el lobo se arrepiente y se convierte en amigo de la niña o la versión ecologista en la que Caperucita y su abuela se enojan con el cazador por matar al último lobo[21]... Ni que hablar de los cientos de reescrituras paródicas donde la mala es Caperucita[22] o la historia es contada desde el punto de vista del lobo[23]. Como indiqué al principio, sólo me voy a ocupar de las versiones actuales que conservan el texto de Perrault. Pero antes, echemos un vistazo a las interpretaciones psicoanalíticas.

Lecturas psiconalísticas

Erich Fromm[24] asegura que el cuento tiene un lenguaje simbólico que él ha logrado descifrar: la caperuza roja significa la menstruación, la botella de vino o de leche, la virginidad pues la madre le aconseja que no se aleje del camino porque se puede romper la botella. El lobo es el macho violador, el hecho de tener a la niña y a la abuela en la barriga, significa que quiere tomar el lugar femenino fingiendo un embarazo y las piedras que reemplazan a sus víctimas, la esterilidad que recibe como castigo... Lástima que en la versión de Perrault no aparezcan ni los consejos de la madre ni la botella  ni las piedras y, en las versiones orales, ni siquiera la caperuza roja. Fromm toma la versión de los hermanos Grimm y le busca simbolismos que representen la violencia del sexo, en vez de molestarse en estudiar las versiones orales que cuentan eso mismo sin necesidad de tantos símbolos.
Bruno Bettelheim[25] desprecia la versión de Perrault porque no tiene final feliz y tiene una moraleja explícita. Para zanjar la cuestión de que en las versiones orales no existe la caperuza roja, cita una obra en latín del año 1023 “en la que aparece una niña en compañía de los lobos vistiendo ropas de color rojo muy importantes para ella; los eruditos aseguran que estas ropas debían ser una caperuza roja.” ¿Qué eruditos? ¿Cómo saben que era una caperuza? ¿Dónde está ese libro en latín que sólo Bettelheim conoce? 
            Tampoco se comprende ese ataque furioso a las moralejas. Perrault escribió su libro a fines del siglo XVII, un poco después que La Fontaine publicara sus fábulas que terminan indefectiblemente con una moraleja. Los cuentos de Mme d’Aulnoy, contemporánea de Perrault, también terminan con una moraleja en verso. Y La Bella y la Bestia de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, medio siglo después, ya no usa el recurso de los versos, pero, al final del cuento, el hada que ayuda a Bella dirige a los personajes un discurso moralizante en donde explica por qué cada uno va a recibir un premio o un castigo... Las moralejas no las inventó Perrault y no fue ni el único, ni el primero, ni el último en utilizarlas. Perrault vivió en una época en la cual se comenzó a escribir conscientemente literatura infantil y en la cual se creía que había que dirigir el pensamiento de los niños. Pero Bettelheim, como bien dice Darton[26], piensa que los cuentos son intemporales y que no se escriben ni se leen dentro de un marco histórico y social.
            Volviendo al análisis de Bettelheim, para él Caperucita es una niña pre-púber que aún no tiene resuelto su complejo de Edipo y que busca deshacerse de su madre-abuela, acostarse con su padre-lobo y ser salvada por su padre-cazador... O sea que la única Caperucita válida es la de los hermanos Grimm y, básandose en esta versión, pretende darle un sentido universal a un cuento en el cual predominan las variantes sin consejos de la madre, sin cazador y sin salvación de la niña y su abuela. Perrault, al imaginar a la niña de su historia con una caperuza roja ¿se habrá imaginado que, siglos después, un psicólogo diría lo siguiente?:
            Tanto el título como el nombre de la niña, “Caperucita Roja”, ponen énfasis en el color rojo que exhibe abiertamente. Rojo es el color que simboliza las emociones violentas, sobre todo las de tipo sexual. Las ropas rojas que la abuela regala a Caperucita se pueden considerar, entonces, como símbolo de la transferencia prematura de atractivo sexual, lo que se acentúa por el hecho de que la abuela está enferma y es una anciana , incluso demasiado débil para abrir la puerta. El nombre de “Caperucita Roja” da fe de la importancia de este rasgo de la heroína de la historia. Sugiere que no sólo la caperuza es pequeña sino también la muchacha es demasiado pequeña, no para llevar la caperucita, sino para conseguir los que estas ropas simbolizan y lo que el llevarlas significa.[27]
            Sería interesante ver cómo analizaría Bettelheim los cuentos mencionados antes como El bonete blanco o El sombrero verde que también designan a los personajes que llevan esa prenda, o qué habría dicho si a Perrault se le hubiera ocurrido que su personaje se llamara “Caperucita Azul”...No se puede analizar un cuento valiéndose de un rasgo que no existe en la mayoría de sus versiones. No es sólo mi opinión, es la de Paul Delarue, Marc Soriano, Valentina Pisanty y Robert Darnton que, me parece, saben bastante más de cuentos populares, de literatura infantil y de historia de la cultura que este señor que usa la literatura para fines que no tienen nada que ver con ella.
            Bettelheim, al comienzo de su capítulo sobre Caperucita, dice:
            Puesto que la historia de este cuento empieza por Perrault, consideraremos primero- y olvidaremos después- su contribución.
            Después de leerlo atentamente, creo tener derecho a parafrasearlo:
            Puesto que el Sr. Bettelheim no sabe nada de la historia de los cuentos y es incapaz de reconocer la calidad de una obra literaria y apreciarla por sus valores estéticos, después de haber considerado su contribución, la olvidaremos completamente.

Tres versiones actuales

            Me voy a ocupar de dos versiones que conservan el texto de Perrault y de una tercera que se basa en las versiones orales.

 Caperucita fotografiada


            El primer libro es de 1983. Se trata de la versión de Caperucita publicada por la editorial Anaya en su colección “El ratón Pérez”. La traductora, al igual que en La bella durmiente, es Joelle Eyheramono, pero la ilustradora es la fotógrafa francesa Sarah Moon. El cuento está ilustrado con fotografías en blanco y negro. En la cubierta del libro se puede ver a una niña, vestida con una capa con caperuza, que camina de noche por una calle empedrada. La persigue un automóvil del que sólo se alcanzan a ver la trompa y los potentes faros que iluminan a la niña que vuelve la cabeza con expresión asustada. La última fotografía del libro, a doble página y con un intenso juego de luces y sombras, muestra una cama deshecha cuya superficie hundida sugiere que algo muy violento pasó en ella. Como dice Fanuel Díaz[28] estas imágenes son realmente “perturbadoras”. La ilustradora, centrando su trabajo en la interpretación dada por Perrault en su moraleja, ilustra, de forma indirecta o metafórica, sólo con indicios,  la violación de una niña y crea un clima de angustia y terror muy superior al que se desprende del texto. Esa edición, por sus valores estéticos y la potencia de su mensaje, se convirtió en un clásico.


Caperucita María Antonieta


            La segunda versión es más reciente, es la que hizo la ilustradora argentina Leicia Gotlibowski para los Libro-álbum del eclipse en el 2006. En la cubierta del libro se ve al lobo con la boca abierta y, si miramos con atención vemos que sus dientes son árboles nevados, que su lengua es una alfombra roja y su ojo, la luna. La autora, inspirándose en el dicho “meterse en la boca del lobo”[29] diseñó este lobo que es, a su vez, el bosque y la noche. Gotlibowski sigue el texto de Perrault, pero tiene muy en cuenta la interpretación de Bruno Bettelheim. Su Caperucita es María Antonieta, la princesita austríaca que, a los quince años, es enviada a Francia para casarse con el heredero del trono y que, fascinada por París, se dedica al juego y al despilfarro. Esa es la razón por la que aparecen las reproducciones de un par de retratos de María Antonieta y de ciertos cuadros famosos como “Los jugadores de cartas” de Cezanne y “En el moulin de la Galette” de Toulouse Lautrec. Así, en el imaginario de la ilustradora, el bosque es el Bosque de Boulogne, el lobo y Caperucita se encuentran a las puertas de la estación Dauphine, el camino más largo es la Alameda de las Acacias, el más corto es el metro y la casa de la abuela es el Moulin Rouge. Y la abuela, que le dio a la niña la caperuza para hacerla más seductora, vive en el cabaret. La imagen que acompaña el texto de la moraleja muestra un retrato de María Antonieta partido por una guillotina de cortar papel.
            Las imágenes de Leicia Gotlibowski, en las cuales se mezclan pinturas sobre tela y fotografías, son muy interesantes y cada una de ellas tiene una justificación. La traducción del texto de Perrault, hecha por la misma autora, muestra, en cambio, algunas inexactitudes. Por ejemplo, donde el texto francés dice “compére le Loup”, Leicia traduce “Lobo compadre”. La traducción correcta es la de Graciela Montes: “compadre lobo”. El orden del adjetivo es importante porque la palabra “compére”, al igual que compadre en castellano, se usaba para designar alguien “de quien no se conoce bien el carácter o las intenciones”[30] y va siempre adelante del sustantivo. O sea que sería un equivalente a “don Lobo” o “un tal Lobo” o “amigo Lobo”. Usado detrás del sustantivo, parecería que remite al significado de “compadrito” que sólo existe en el español ríoplatense.
            El segundo error concierne a la ya famosa oración con el participio “deshabillé” que, como ya vimos, significa “desnudo”. La autora traduce: “La Caperucita Roja se desviste y va a meterse a la cama, donde quedó bien despistada al ver cómo estaba hecha su Abuelita en salto de cama”. Se me ocurren tres justificaciones para esta traducción. La primera es que la traductora no sabía el verdadero significado de la palabra; la segunda que lo sabía, pero no quiso ponerlo por considerarlo políticamente incorrecto y la tercera que puso “salto de cama” porque quería conservar la rima del original en francés. Esta última idea me parece la más acertada, pero si Gotlibowski adhiere abiertamente a la interpretación psicoanalítica de Bettelheim, ¿no habría quedado mejor poner “desnudo” o “en su desnudez”?
            La última equivocación está en la moraleja que en francés comienza “ On voit ici que des jeunes enfants...” y es traducida por “Aquí se ve que las adolescentes...”. ¿Por qué las adolescentes? En francés, “enfants” es un término que sirve para mencionar tanto a niñas como a niños, y además, en la época de Perrault no se conocían ni la palabra “adolescente” ni el concepto de lo que ahora llamamos adolescencia. No son grandes errores, pero, como la autora y el director de la colección insisten en que “vuelve la versión original, sin actualizaciones ni correcciones”[31] se deberían haber cuidado esos detalles.

¿La verdadera Caperucita?


            El último libro que comentaremos es “La verdadera historia de Caperucita” escrito por A.R. Almodóvar e ilustrado por Marc Taeger. Fue editado por la editorial española Kalandraka en el 2004, en la colección “Libros para soñar”.  Antes del comienzo del cuento hay una nota que dice lo siguiente:
Esta versión de Caperucita se basa en textos recogidos de la tradición oral francesa y estudiados por el gran folclorista Paul Delarue. También tiene en cuenta las discusiones teóricas de otros estudiosos, como antropólogos, semiólogos y psicoanalistas, principalmente Bruno Bettelheim y Erich Fromm, acerca de las distintas adaptaciones posteriores del cuento.
Veamos qué toma de cada uno. La versión oral francesa elegida es la menos difundida: la que la niña se salva diciéndole al lobo que necesita ir al baño. Sin embargo, Perrault también está presente porque la niña se llama Caperucita Roja por la vestimenta que lleva y eso, como vimos, es un aporte de Perrault.
Al principio del cuento, cuando se describe al personaje, se dice que la niña estaba casi siempre en casa aprendiendo a coser, pero que, para terminar antes, ponía alfileres en vez de agujas. Esto no aparece en ninguna versión antigua y tiene que ver con la interpretación psicoanalítica de que dice que elegir el camino de los alfileres significa hacer las cosas rápido y mal mientras que elegir el de las agujas significa ser responsable y hacer las cosas bien. Cuando le madre la manda a casa de la abuela, le da los mismos consejos que en la versión de los hermanos Grimm; el lobo la persuade a ir por el camino más largo, el de las agujas, aunque ella en un primer momento había elegido el de los alfileres, con los mismos argumentos usados  en la versión de los Grimm. En la casa de la abuela hay un gato, como en las versiones orales, pero el lobo se pone el camisón y la cofia de la abuela, como el de los Grimm. El gato, que en las versiones populares, no sólo le avisa que quien está en la cama es, en realidad, el lobo sino que le advierte que está comiendo la carne de su abuela y bebiendo su sangre, acá se limita a anunciarle lo primero. Se justifica que Caperucita se meta en la cama con el lobo porque, al asustarse de lo que está diciendo el gato, es lo primero que se le ocurre hacer. El lobo le dice que tire la ropa al fuego, como en las versiones que terminan mal, pero Caperucita no lo hace. El final corresponde  a las versiones que terminan bien:
            Y cuando Caperucita ya se fijó en la bocaza del lobo, dijo:
- Abuelita, abuelita, ¡que me estoy haciendo caca!
-Ay, hija, ¡qué ocurrencia tienes! ¿Ahora?
- ¡Sí, ahora! ¡No me puedo aguantar!
- Está bien, sal un momento fuera, pero no tardes, que hace mucho frío y andan por ahí los lobos.
Al igual que en la versión oral, el lobo la ata con una cuerda, pero Caperucita la muerde hasta que se corta y escapa. Corre por el camino más corto y llega a su casa toda sofocada. La madre le pregunta dónde está su caperuza roja y, en la respuesta de la niña, aparece una clara referencia a la interpretación psicoanalítica de la pérdida de la virginidad:
            - A los pies de la cama la dejé
            ¡y no vuelvo a por ella
            aunque de frío me muera!
Así termina “La verdadera historia de Caperucita” que, por todo lo visto, debería llamarse “Ensalada de Caperucitas” ya que lo único que conserva de la versión oral con final feliz es la elección entre el camino de las agujas y el de los alfileres y la estratagema de la cual se vale la niña para escaparse.
Las ilustraciones de Marc Taeger remedan los dibujos infantiles y tienen la característica de que tanto el lobo como Caperucita nunca son iguales, como si hubieran sido dibujados por diferentes niños. El libro es hermoso visualmente, cada vez que habla Caperucita, o se menciona su nombre, las letras son de color rojo en vez de negro. También se usan letras rojas para la onomatopeya que indica que el lobo se come a la abuela: “¡ñam, ñam!” y, en este caso, el tamaño de la tipografía es mayor. No me parece que las ilustraciones aporten algo diferente del texto, es decir, que parece más un libro bellamente ilustrado que un libro-álbum. Los otros dos, en cambio, el de Sarah Moon y el de Leicia Gotlibowski son verdaderos álbumes ya que agregan otros sentidos al texto de Perrault.


Versiones de Izawa e Hijikata

Tengo cuatro : "Cuentos animados I", "Cuentos animados II", "El país de los cuentos" y "Muñequitos". Todas siguen la versión de los hermanos Grimmm, lógicamente.
En la primera el lobo mete a la abuela en la alacena; en la segunda la abuela se esconde en el armario; en la tercera y la cuarta el lobo se come a la abuela, pero en ninguna de las cuatro se come a Caperucita. El leñador o el cazador llegan a tiempo y se lo impiden.
El lobo resulta muerto en las cuatro versiones, pero en la de "El país de los cuentos" el salvador es un leñador que lo mata con un hacha mientras que en las dos de "Cuento animado" es un cazador y, además, el padre de Caperucita que tanto en la versión de los Grimm, como en la de Perrault, ni siquiera aparece.
¿La mejor de las cuatro? La de "Muñequitos", sin duda.



Una excelente edición de la versión de los hermanos Grimm




Jacob y Wilhem Grimm, Caperucita, ilustraciones de Javier Serrano, versión castellana de José Miguel Rodríguez Clenete, Barcelona, Ediciones B, 2003.


Susana Navone


[1] Obra citada en 2.
[2] Obra citada en 3.
[3] Obra citada en 2.
[4] - Obra citada en 2.
[5]- Obra citada en 3.
[6] - Obra citada en 12.
[7] Obra citada en 1.
[8] Obra citada en 2.
[9] Obra citada en 2.
[10] Obra citada en 1.
[11] En realidad, en la versión de Perrault Caperucita no desobedece a su madre ya que ésta no le da ningún consejo ni advertencia. Simplemente se detiene a recoger flores y avellanas, pero no se dice en ningún momento que la madre le hubiera prohibido hacerlo.
[12] Obra citada en 1.
[13] Obra citada en 2.
[14] Citada por Isadora Guardia Calvo en Tantas caperucitas como lobos (artículo en línea), Extravío.Revista electrónica de literatura comparada Nº 2, Universidad de Valencia, 2007.
[15] Obra citada en 12.
[16] Traducción de Graciela Montes.
[17] García-Pelayo y Gross, Ramón y Testas, Jean, Dictionnaire Français-Espagnol Espagnol-Français, París, Larousse, 1983.
[18] Obra citada en 2.
[19] Obra citada en 12.
[20] Obra citada en 12.
[21] Versión de García Sánchez y Pacheco de 1975.
[22] Por ejemplo en Cuentos en versos para chicos perversos de Roald Dahl.
[23] Cruel historia de un pobre lobo hambriento de Gustavo Roldán.
[24] From, Erich, El lenguaje olvidado: Una introducción a la comprensión de sueños, cuentos de hadas y mitos, Hachette, Buenos Aires, 1972.
[25] Obra citada en 20.
[26] Obra citada en 1.
[27] Obra citada en 20.
[28] Díaz, Fanuel, Libros perturbadores: una categoría a la sombra, ponencia presentada en Encuentros con la Literatura – Seminario Internacional de Promoción de la Lectura 2008, Buenos Aires, Argentina.
[29] Gotlibowski, Leicia, www.lacaperucitaroja.com.ar
[30] Dubois, Jean, Lexis- Larousse de la Langue Française, París, Francia, 1979.
[31] En la contratapa del libro de Leicia Gotlibowski.

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